Por Margarita Piedra Cesar
Santiago de Cuba, 11 sep.— Diez años se cumplen hoy de aquel día cuando una nota del Buró Político del Comité Central del Partido daba a conocer el fallecimiento del Héroe de la República de Cuba, Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, como consecuencia de un paro cardio-respiratorio, a la edad de 82 años, pues había nacido en La Habana el 17 de febrero de 1927.
Fue aquel sin dudas, un día triste aquel 11 de septiembre de 2009, porque la muerte nos arrebató inesperadamente la presencia física del Comandante Juan Almeida, el humilde constructor, el atacante al Moncada, el prisionero de Isla de Pinos, el expedicionario del Granma, el combatiente de la Sierra Maestra, el fundador del Tercer Frente Oriental, el Comandante que después del triunfo se convirtió en Jefe del Ejército Central, el iniciador de la lucha contra bandidos en El Escambray, el integrante del primer Comité Central del Partido, de su Buró Político y Delegado de éste en la otrora provincia de Oriente, el músico y compositor de inolvidables canciones, el escritor, el poeta de una alta sensibilidad artística y sobre todo, el fiel compañero de Fidel, el amigo del pueblo del cual era su más genuino y modesto representante.
Los santiagueros aún tenemos fresco en la memoria el recorrido que hiciera su cortejo fúnebre por la ciudad que tanto amó, no para despedirse de ella para siempre, sino para quedarse permanentemente en el corazón de cada uno de los hijos del indómito pueblo de tantos y tantos héroes como él que hoy viven y comparten las alegrías y tristezas del acontecer de la Revolución que nos legaron que nunca dejaremos morir y que defenderemos hasta el último aliento de todos.
Por eso la muerte del Comandante de la Revolución Juan Almeida causó una profunda conmoción en el pueblo y fueron millones los hombres y mujeres, los niños y jóvenes que a lo largo del país le rindieron el merecido homenaje desfilando ante su fotografía para rendirle tributo con lágrimas en los ojos y un aprieto en el pecho regalándole como despedida una flor roja o blanca, pero vibrante y hermosa como la vida de este hombre que la merecía.
En el Mausoleo de la Loma de la Esperanza, en su querido Tercer Frente, los restos del Comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosque descansan junto a los de muchos que fundaron este frente guerrillero y los que cayeron durante la lucha en estas invictas montañas donde el enemigo nunca pudo pasar.
Desde allí, Almeida y sus hombres se yerguen victoriosos indicándonos el camino a seguir en las batallas presentes y futuras, recordándonos aquella frase que devino en símbolo de resistencia para todos los tiempos y que hemos jurado cumplir: ¡Aquí no se rinde nadie!
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