Plaza de la revolución

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domingo, 31 de diciembre de 2017

La fuga de Batista

Por Armando Fernández Martí

En la noche del 31 de diciembre de 1958 el dictador cubano Fulgencio Batista invitó a un pequeño grupo de sus más íntimos colaboradores militares y civiles, que no pasaban del medio centenar, con el pretexto de comer las 12 uvas y brindar por la despedida del año viejo, en su residencia del campamento militar de Columbia. Solo unos pocos sabían el verdadero motivo de la reunión.

Cuentan que llegado el momento de las doce campanadas el General Eulogio Cantillo le dijo al dictador: “Señor Presidente, los jefes de las fuerzas armadas consideramos que su renuncia contribuirá a restablecer la paz que tanto necesita el país. Apelamos a su patriotismo”.

A ello el tirano respondió: “Renuncio forzado por las autoridades eclesiásticas, y los hacendados, los colonos, y los que se pasen al enemigo”. Sin embargo, obvió decir que había sido derrotado por el Ejército Rebelde.

Claro que eso fue un cuento de Batista porque él ya lo tenía todo concebido, incluso la lista de las 108 personas  que le acompañarían en la huída, pues ya los cinco aviones DC-4 que se utilizarían en la fuga se encontraban listos para despegar en la pista del propio campamento militar de Columbia.

Dicen que después que los presentes se enteraron de la renuncia del dictador y de la lista de los que se fugarían con él, el despelote que se armó fue de gran envergadura y que muchos nisiquiera terminaron la ceremonia de despedida del año marchándose precipitadamente, mientras que a otros no les dio tiempo de hacer las maletas y se fueron solo con lo que tenían puesto.

Pero la bronca mayor se armó a la hora de embarcar en los aviones, pues la lista, elaborada por el propio Batista, la controlaba uno de sus hijos y este era estricto en el cumplimiento de la tarea asignada, aunque hubo personajes como el Teniente Coronel José María Salas Cañizares, el asesino de Frank País, que pistola en mano dio la cañona y tuvieron que abrirle un huequito en una de las naves.

Sobre las 2 y 30 de la madrugada del primero de enero de 1959, Batista dio la orden de despegar a los cinco aviones, pero antes de hacerlo impartió las últimas instrucciones al General Eulogio Cantillo para que pusiera en práctica lo acordado entre ellos, que en resumen, era un golpe de Estado, pues estaba previsto que una junta cívico militar asumiera el poder y se nombrara presidente provisional al magistrado más antiguo del tribunal supremo de justicia que resultó ser Carlos M. Piedra Piedra.

El resto de la historia es bien conocida, ni la junta cívico militar, ni el magistrado Piedra, llegaron a sumir sus responsabilidades porque como dice la canción de Carlos Puebla: “Llegó el Comandante y mandó a parar”.

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