Por Armando Fernández Martí
Santiago
de Cuba, 30 jun.— Hoy se cumplen 66 años de aquel 30 de junio de 1951,
cuando los santiagueros en representación de toda Cuba, rindieron el
merecido homenaje a José Martí en lo que se conoció como el entierro
cubano del Apóstol, lo cual constituyó el mayor acontecimiento de la
historia republicana.
Hasta ese momento, Martí había sido
enterrado en otras cuatro ocasiones.
La primera de ellas el 20 de mayo
de 1895, un día después de su muerte, en el cementerio de Remanganagua,
cerca de Palma Soriano, una semana después sería trasladado al nicho
134, galería sur, del cementerio Santa Ifigenia, mientras que en 1907
sus restos se depositaron en un templete construido para ese fin, hasta
que en 1947 se trasladó para el Retablo de los Héroes.
Ya para
entonces, había comenzado la ejecución del actual Mausoleo a José Martí
previsto para terminarse en 1948, pero razones económicas, políticas y
de complejidades de la obra retrasaron su terminación hasta 1951, en que
el Ministro de Obras Públicas Luis Casero, que había sido alcalde de
Santiago de Cuba, encaminó sus esfuerzos para concluirlo.
El 29
de junio de 1951 los restos del Apóstol fueron exhumados del Retablo de
los Héroes, depositados en la urna de bronce donde descansarían para
siempre, trasladándose al Salón de los Espejos del Palacio Provincial de
Oriente, para permanecer en capilla ardiente y que se le pudiera rendir
el homenaje merecido, que incluyó guardias de honor de personalidades
del gobierno, entre ellas la del Presidente Carlos Prío Socarrás,
integrantes de los gobiernos provincial y municipal así como del comité
Por Una Tumba Digna para Martí, entre otros.
El sábado 30 de
junio de 1951, después de las dos de la tarde, la urna conteniendo los
restos de José Martí se depositaron en un armón de artillería para
iniciar una marcha de dos kilómetros por las principales calles de la
ciudad de Santiago de Cuba, mientras que desde los balcones, ventanas y
aceras, el pueblo lanzaba flores dedicadas al Héroe.
En el
cementerio Santa Ifigenia, en el nuevo Mausoleo, la urna fue depositada
sobre la cripta donde descansarían definitivamente los gloriosos restos.
Mientras que la banda de música interpretaba el himno nacional se
escuchaban 21 salvas de artillería y aviones de las fuerzas armadas
sobrevolaban la necrópolis santiaguera.
Desde entonces el Héroe
Nacional Cubano descansa en una tumba digna, hoy custodiada
permanentemente por jóvenes soldados y donde cada año miles de personas
desfilan para rendirle homenaje al más universal de los cubanos, en un
lugar sagrado que como expresa un pensamiento de Máximo Gómez: “Bajo el
cielo azul de tu patria no hay una tumba más digna que la
tuya”
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