Por María de Jesús Chávez Vilorio/Estudiante de Periodismo
Santiago de Cuba, 2 feb.— Pudo haber sido mestiza, india o blanca. Pudo haberse llamado María o Mariana, ser joven o vieja. La llamaron médico, curandera, behíque, bruja, farsante. Lo que se conoce con seguridad de la vida de esta mujer, casi leyenda, es que en 1609 el Ayuntamiento de la Villa de Santiago comenzó a pagarle un salario por una labor que había ejercido durante algún tiempo.
Santiago de Cuba, 2 feb.— Pudo haber sido mestiza, india o blanca. Pudo haberse llamado María o Mariana, ser joven o vieja. La llamaron médico, curandera, behíque, bruja, farsante. Lo que se conoce con seguridad de la vida de esta mujer, casi leyenda, es que en 1609 el Ayuntamiento de la Villa de Santiago comenzó a pagarle un salario por una labor que había ejercido durante algún tiempo.
Mariana Nava, como la mayoría de las
referencias la nombran, era la única persona que curaba en la Villa y
sus alrededores. La primera mujer médico remunerada y aceptada por el
poder oficial de la que se tiene noticia en Cuba.
Durante años, los frecuentes ataques piratas y los terremotos habían reducido considerablemente la población de Santiago. La existencia de otro puerto accesible y la localización le habían otorgado la condición de capital de Cuba a San Cristóbal de La Habana, y los habitantes de Oriente se debatían entre irse a Bayamo, menos golpeada por los filibusteros y mejor situada para el contrabando; y la nueva capital. Santiago se quedaba vacía.
Para la época que Mariana asumió su cargo, solo mil vecinos entre negros, blancos, indios y mestizos poblaban la Villa y zonas aledañas. La versión más aceptada la considera aborígen, natural de Los Caneyes, territorio que los colonizadores, al abolirse la esclavitud de los indios, les concedieron. Allí eran libres aunque no completamente.
No había un médico, cirujano, barbero o boticario que asumiera la responsabilidad, y el Ayuntamiento se desesperó. Se cree que la curandera comenzó su trabajo alrededor de 1604, en 1609 es que aparece con seguridad y los archivos aluden a un pasado en el puesto. En 1612, los papeles oficiales del Ayuntamiento recogen un juicio en el que la condenaron a permanecer en la Villa, bajo pena de cárcel si intentaba escapar.
No podemos saber las causas reales del juicio, de la acusación. Quizás Mariana, a quien una ley impuesta en 1600 consideraba libre, se hartó del Ayuntamiento, de los que la juzgaban por bruja, de los que la consideraban inferior por su color de piel. Y quiso irse. Pero en la Cuba colonial ya tenían bastante con una india que hiciera labor de hombre y que, como un hombre, fuera necesaria. Que quisiera decidir su destino era el colmo.
Nada más sabemos de Mariana Nava. No se le menciona en ningún legajo posterior al juicio. Apareció la Virgen del Cobre, hubo otro terremoto, los piratas volvieron a entrar. Ella no era tan importante. Quizás fue una de las víctimas del incendio de 1613, que destruyó más de cuarenta casas, la Villa entera. Quizás, quien sabe, aprovechó el caos, recogió sus cosas y regresó a su tierra, Los Caneyes, y fue libre.
Solo sabemos que, entre 1600 y 1612, Santiago tuvo la primera mujer, posiblemente aborígen, que ejerció como médico oficial, remunerada y respetada, de toda Cuba. La casi leyenda de Mariana de Los Caneyes.
Durante años, los frecuentes ataques piratas y los terremotos habían reducido considerablemente la población de Santiago. La existencia de otro puerto accesible y la localización le habían otorgado la condición de capital de Cuba a San Cristóbal de La Habana, y los habitantes de Oriente se debatían entre irse a Bayamo, menos golpeada por los filibusteros y mejor situada para el contrabando; y la nueva capital. Santiago se quedaba vacía.
Para la época que Mariana asumió su cargo, solo mil vecinos entre negros, blancos, indios y mestizos poblaban la Villa y zonas aledañas. La versión más aceptada la considera aborígen, natural de Los Caneyes, territorio que los colonizadores, al abolirse la esclavitud de los indios, les concedieron. Allí eran libres aunque no completamente.
No había un médico, cirujano, barbero o boticario que asumiera la responsabilidad, y el Ayuntamiento se desesperó. Se cree que la curandera comenzó su trabajo alrededor de 1604, en 1609 es que aparece con seguridad y los archivos aluden a un pasado en el puesto. En 1612, los papeles oficiales del Ayuntamiento recogen un juicio en el que la condenaron a permanecer en la Villa, bajo pena de cárcel si intentaba escapar.
No podemos saber las causas reales del juicio, de la acusación. Quizás Mariana, a quien una ley impuesta en 1600 consideraba libre, se hartó del Ayuntamiento, de los que la juzgaban por bruja, de los que la consideraban inferior por su color de piel. Y quiso irse. Pero en la Cuba colonial ya tenían bastante con una india que hiciera labor de hombre y que, como un hombre, fuera necesaria. Que quisiera decidir su destino era el colmo.
Nada más sabemos de Mariana Nava. No se le menciona en ningún legajo posterior al juicio. Apareció la Virgen del Cobre, hubo otro terremoto, los piratas volvieron a entrar. Ella no era tan importante. Quizás fue una de las víctimas del incendio de 1613, que destruyó más de cuarenta casas, la Villa entera. Quizás, quien sabe, aprovechó el caos, recogió sus cosas y regresó a su tierra, Los Caneyes, y fue libre.
Solo sabemos que, entre 1600 y 1612, Santiago tuvo la primera mujer, posiblemente aborígen, que ejerció como médico oficial, remunerada y respetada, de toda Cuba. La casi leyenda de Mariana de Los Caneyes.
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