Santiago de Cuba, 27 feb.— Se cumplen hoy 143 años de aquel 27 de febrero de 1874, cuando en desigual combate de tropas españolas, murió Carlos Manuel de Céspedes, reconocido como el Padre de la Patria cubana, por haber sido el primero que se levantó victoriosamente contra el poder colonial de España, para conquistar la independencia y fundar una nación de hombres libres e iguales.
Después de su destitución como
Presidente dela República en Armas por la Cámara de Representantes el 27
de octubre de MIL 873, Céspedes encontró refugio en San Lorenzo, un
abrupto paraje de la Sierra Maestra adonde llegó el 23 de enero de 1874
sin una guardia que lo protegiera como debió ser, por haber ocupado
durante más de 4 años la más alta magistratura de la nación.
Sin embargo, vivía allí en las más precarias condiciones económicas, apenas sin zapatos que calzar y ropa que ponerse, rodeado de unos pocos amigos, dedicándose a la noble tarea de educar a los niños de la zona en una escuelita creada por él.
Así fue tratado aquel hombre que echó sobre sus hombros la enorme responsabilidad de fundar un pueblo, de darle honor y dignidad a sus paisanos sin distinción de clase y raza, el hombre que por ello lo había dado todo, dinero y familia, el rico abogado de gestos refinados, que escribía poesías y componía canciones, el hombre impetuoso, pero humano y conciliador, firme y suave, como lo describiera José Martí.
Durante su mandato Céspedes creía en la República y fue su más firme defensor, pero se oponía al exagerado culto a los principios democráticos señalando: "Hay que hacer primero la guerra. La República vendrá después". Eso lo hizo ganar enemigos en la Cámara de Representantes y fue el principal motivo de su deposición, que muchos creyeron era un bien para la nación.
Carlos Manuel de Céspedes acató la destitución con la misma dignidad y grandeza con la que se había alzado contra España el 10 de octubre de 1868. En ese sentido escribió: "Me he inmolado ante el altar de la Patria, en el templo de la Ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia está muy tranquila y espera el fallo de la historia"
En San Lorenzo vivió el Padre de la Patria los últimos días de su existencia. Vital y sereno se encontraba cuando descubrió la presencia de los soldados del célebre Batallón de San Quintín a los cuales enfrentó con su revólver. Como escribió José Martí: "Muere disparando sus últimas balas"
Su cadáver cayó por un profundo barranco. Su muerte fue tan gloriosa como su vida. Así recordamos hoy 143 años después, a Carlos Manuel de Céspedes, símbolo de la dignidad y rebeldía de los cubanos, ayer, hoy y siempre.
Sin embargo, vivía allí en las más precarias condiciones económicas, apenas sin zapatos que calzar y ropa que ponerse, rodeado de unos pocos amigos, dedicándose a la noble tarea de educar a los niños de la zona en una escuelita creada por él.
Así fue tratado aquel hombre que echó sobre sus hombros la enorme responsabilidad de fundar un pueblo, de darle honor y dignidad a sus paisanos sin distinción de clase y raza, el hombre que por ello lo había dado todo, dinero y familia, el rico abogado de gestos refinados, que escribía poesías y componía canciones, el hombre impetuoso, pero humano y conciliador, firme y suave, como lo describiera José Martí.
Durante su mandato Céspedes creía en la República y fue su más firme defensor, pero se oponía al exagerado culto a los principios democráticos señalando: "Hay que hacer primero la guerra. La República vendrá después". Eso lo hizo ganar enemigos en la Cámara de Representantes y fue el principal motivo de su deposición, que muchos creyeron era un bien para la nación.
Carlos Manuel de Céspedes acató la destitución con la misma dignidad y grandeza con la que se había alzado contra España el 10 de octubre de 1868. En ese sentido escribió: "Me he inmolado ante el altar de la Patria, en el templo de la Ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia está muy tranquila y espera el fallo de la historia"
En San Lorenzo vivió el Padre de la Patria los últimos días de su existencia. Vital y sereno se encontraba cuando descubrió la presencia de los soldados del célebre Batallón de San Quintín a los cuales enfrentó con su revólver. Como escribió José Martí: "Muere disparando sus últimas balas"
Su cadáver cayó por un profundo barranco. Su muerte fue tan gloriosa como su vida. Así recordamos hoy 143 años después, a Carlos Manuel de Céspedes, símbolo de la dignidad y rebeldía de los cubanos, ayer, hoy y siempre.
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