Por Armando Fernández MartíSantiago de Cuba, 26 mar.— Algunos le llaman del G-2, otros le dicen de la seguridad, pero para todos los cubanos esos hombres y mujeres son los combatientes de los Órganos de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior, que hoy 26 de marzo cumplen el Aniversario 57 de su creación.
Son hombres y mujeres que tienen como
principal arma y virtud la del silencio y en medio del más absoluto
anonimato, dentro y fuera del país, a solas con su conciencia y
principios han sido y son un inexpugnable escudo protector para la
sobrevivencia de la revolución frente a sus enemigos.
La Seguridad del Estado cubana tuvo sus antecedentes en medio de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, cuando en agosto de 1958 se creó el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde, que se mantuvo hasta el 26 de marzo de 1959 cuando se organizó el Departamento de Información e Inteligencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Coincidentemente ese mismo día, es descubierto un plan para asesinar al Comandante en Jefe Fidel Castro, organizado por el cabecilla contrarrevolucionario Rolando Mans Ferrer, un senador batistiano responsable de cientos de muertes de jóvenes que luchaban contra la dictadura y que llegó a tener un cuerpo de asesinos paramilitares, que era orgullo del tirano.
Para que se tenga una idea de la labor desarrollada por los órganos de la Seguridad del Estado en estos años, basta señalar que desde 1959 hasta el momento fueron abortadas miles de agresiones terroristas contra nuestro pueblo y no solo eso, que frustraron más de 600 conspiraciones para atentar contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro, sin contar aquellas que no llegaron a conocerse jamás y que también suman decenas.
Gracias a las misiones cumplidas por la Seguridad del Estado cubana no ha sido mucho más dramático y costoso el camino de nuestro pueblo para hacer, desarrollar y consolidar la revolución desde su triunfo hasta nuestros días.
Al cumplirse hoy el Aniversario 57 de los Órganos de la Seguridad del Estado, los cubanos reconocemos la extraordinaria tarea que han desarrollado y desarrollan los hombres y mujeres que integran este destacamento del silencio. A ellos les hacemos llegar, hasta cualquier lugar en que se encuentren, aún en las entrañas del monstruo, la admiración, respeto y saludo revolucionario que bien merecen por su anónima y silenciosa labor.
La Seguridad del Estado cubana tuvo sus antecedentes en medio de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, cuando en agosto de 1958 se creó el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde, que se mantuvo hasta el 26 de marzo de 1959 cuando se organizó el Departamento de Información e Inteligencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Coincidentemente ese mismo día, es descubierto un plan para asesinar al Comandante en Jefe Fidel Castro, organizado por el cabecilla contrarrevolucionario Rolando Mans Ferrer, un senador batistiano responsable de cientos de muertes de jóvenes que luchaban contra la dictadura y que llegó a tener un cuerpo de asesinos paramilitares, que era orgullo del tirano.
Para que se tenga una idea de la labor desarrollada por los órganos de la Seguridad del Estado en estos años, basta señalar que desde 1959 hasta el momento fueron abortadas miles de agresiones terroristas contra nuestro pueblo y no solo eso, que frustraron más de 600 conspiraciones para atentar contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro, sin contar aquellas que no llegaron a conocerse jamás y que también suman decenas.
Gracias a las misiones cumplidas por la Seguridad del Estado cubana no ha sido mucho más dramático y costoso el camino de nuestro pueblo para hacer, desarrollar y consolidar la revolución desde su triunfo hasta nuestros días.
Al cumplirse hoy el Aniversario 57 de los Órganos de la Seguridad del Estado, los cubanos reconocemos la extraordinaria tarea que han desarrollado y desarrollan los hombres y mujeres que integran este destacamento del silencio. A ellos les hacemos llegar, hasta cualquier lugar en que se encuentren, aún en las entrañas del monstruo, la admiración, respeto y saludo revolucionario que bien merecen por su anónima y silenciosa labor.
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