Por Armando Fernández Martí
Cuando el 29 de mayo de 1934, hace hoy 80 años, los
gobiernos de Estados Unidos y Cuba firmaban un Tratado Permanente de
Relaciones Recíprocas, quedaba abolida, de hecho, la Enmienda Platt, ese
apéndice maléfico colgado a la primera Constitución de la isla por los
intervencionistas yanquis para permitirles a los cubanos tener su
República, después de 30 años de lucha por la independencia y la
soberanía de la nación.
La enmienda, cuyo autor fue el senador
republicano Oliver Platt fue aprobada por el Congreso norteamericano el 2
de marzo de 1902 y sancionada como Ley al siguiente día por el entonces
Presidente William Mc Kinley y para muchos políticos estadounidenses la
enmienda fue un sustituto de la anexión de la isla al imperio.
Tanto avasallaba y pisoteaba esa enmienda la soberanía de la isla que el interventor norteamericano, General Leonardo Wood señaló que: “A Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia (…) y lo único indicado ahora es la anexión”, lo que era el gran sueño de Estados Unidos desde épocas remotas.
La Enmienda le permitía a Estados Unidos mantener su dominio político y militar sobre Cuba, intervenir militarmente en ella cuando lo estimase oportuno, someter el comercio y la economía del pequeño país a la nación norteña y establecer bases carboneras en territorio cubano, como la de Guantánamo, devenida posteriormente en base militar para el control hegemónico del mar Caribe.
Ninguno de estos puntos contenidos en la Enmienda Platt se abolieron el 29 de mayo de 1934 con la firma Tratado Permanente de Relaciones Recíprocas entre Estados Unidos y Cuba, pues esas humillantes condiciones se mantuvieron vigentes en el nuevo documento, solo que elaboradas un poco más sutilmente, es decir, que la Enmienda y el Tratado eran el mismo perro con diferente collar.
Tendrían que transcurrir 25 años más hasta enero de 1959 para que definitivamente Cuba aboliera todos los Tratados existentes con el gobierno de Estados Unidos declarándose un país verdaderamente independiente para labrar su propio destino y establecer el camino de justicia social emprendido por la Revolución cubana.
Tanto avasallaba y pisoteaba esa enmienda la soberanía de la isla que el interventor norteamericano, General Leonardo Wood señaló que: “A Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia (…) y lo único indicado ahora es la anexión”, lo que era el gran sueño de Estados Unidos desde épocas remotas.
La Enmienda le permitía a Estados Unidos mantener su dominio político y militar sobre Cuba, intervenir militarmente en ella cuando lo estimase oportuno, someter el comercio y la economía del pequeño país a la nación norteña y establecer bases carboneras en territorio cubano, como la de Guantánamo, devenida posteriormente en base militar para el control hegemónico del mar Caribe.
Ninguno de estos puntos contenidos en la Enmienda Platt se abolieron el 29 de mayo de 1934 con la firma Tratado Permanente de Relaciones Recíprocas entre Estados Unidos y Cuba, pues esas humillantes condiciones se mantuvieron vigentes en el nuevo documento, solo que elaboradas un poco más sutilmente, es decir, que la Enmienda y el Tratado eran el mismo perro con diferente collar.
Tendrían que transcurrir 25 años más hasta enero de 1959 para que definitivamente Cuba aboliera todos los Tratados existentes con el gobierno de Estados Unidos declarándose un país verdaderamente independiente para labrar su propio destino y establecer el camino de justicia social emprendido por la Revolución cubana.
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