Quizás para algunos hablar del amor resulte fácil, para otros no tanto. Pero lo cierto es que de ese sentimiento mucho hemos escuchado. En un día tan especial como el 14 de febrero, no pienso filosofar sobre qué es el amor, tampoco dar consejos para encontrarlo o mantenerlo ardiente. Cada cual vive sus pasiones como desea y no por ellos dejan de ser inolvidables.
Por eso hoy quiero traerles de vuelta algunos de esos amores que nacieron para la historia. Amores que envueltos en halos de misticismo y frenesí, se convirtieron en verdaderas leyendas románticas.
Así podemos recordar a Julio César y Cleopatra, amantes entre el deseo y el poder. Josefina y Napoleón, una tormentosa relación de conquistas y desengaños; o Bolívar y Manuela, una pareja ideal, complemento perfecto de coraje y pasión.
Pero es el amor de Martí, nuestro José Martí, con María García Granados, la Niña de Guatemala, es el motivo de estas letras. Entre las narraciones de un genial escritor uruguayo, descubrí un Martí totalmente humano, totalmente viril, protagonista de una intensa tragedia amorosa.
"(…) Cuando por invitación de sus padres comencé a frecuentar la casa de la Niña, la conocí mejor. Me deslumbró, sobre todo, la audacia de sus creencias… tiene la belleza y arrogancia del quetzal.
Una tarde, en su propia casa, la Niña me llevó a pasear por un umbrío jardín, me sentó en un banco a cubierto de miradas indiscretas, y sin ningún preámbulo, me besó en la boca.
Tan loco he estado por ella, que una madrugada, escalé la antigua pared de piedras que da a su balcón oscuro, y la amé a la intemperie, bajo el desmesurado alero. Desde que saboreé su sexo ha crecido mi urgencia de él. Ahora mismo aquel campanario negro que perfora la niebla, atiza mis urgencias. ¡Oh Dios, como pude desmemoriarme así!
Entonces solo me resta decirles que no es pecado amar sin normas, sin medidas. Hoy, día del amor y la amistad, vive, sé feliz, ama.
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