Plaza de la revolución

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viernes, 14 de octubre de 2011

Rogelio Batista campesino sanluisero con grandes resultados

Autor :Grisell Pupo Montes de Oca 

Abrir el portón de Hato Viejo, nombre que dio Rogelio Batista a su finca, es refrescante para la vista y beneficioso para los pulmones. Con asombró el visitante se pierde entre tanta tierra fértil sembrada de frijoles, maíz, malanga, plátano, garbanzo, guayaba, naranja, mango, hasta sumar más de 30 cultivos.

El recorrido se hace largo, las anécdotas de Rogelio lo amenizan; su primera conversación es acerca del vivero para reproducir la Moringa, planta milenaria y de origen Hindú de la cual ya su protector conoce propiedades y usos.

La Moringa me dice, "se trajo a mis tierras para crear semillero provincial y ya tengo tres variedades de ella, en todo ese campo que usted ve, las plantas ya sobrepasan los tres metros y dicen los entendidos que pueden llegar a más de ocho"

Casi sin darme tiempo para preguntar, Rogelio que tiene dotes de buen conversador, agrega que ya come Moringa, "su sabor es parecido al de la lechuga, sólo que con un picantito natural, yo la aderezo con vinagre, aceite, un puntito de sal y listo"

Rogelio Batista es defensor de los animales comunes que por su tierra asoman: pájaros, reptiles, y hasta majaes encuentran en él a un ferviente defensor: "La naturaleza los puso ahí para lograr equilibrio medio ambiental, me dice, por eso no permito que en mis tierras esos animales se dañen"
                                     
Perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida Rafael Hernández, en Hato Viejo, finca de excelencia nacional; conejos, gallinas, patos, ganado menor y mayor pueden encontrarse; a ellos se suma el banco de cruce de yegua con burro para obtener el mulo.

Este campesino de origen canario pero ciento por ciento cubano aporta sus producciones al consumo social y familiar.

Con más de 70 años de existencia asegura que mientras tenga fuerzas, que hasta hoy no les faltan, seguirá abrazando la tierra que le da sustento y alegría.

La visita a Rogelio es inolvidable, recorriendo sus casi nueve hectáreas una se percata de que la tierra da lo que el hombre con su esfuerzo es capaz de pedirle.
 

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