Plaza de la revolución

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domingo, 11 de agosto de 2019

El diálogo perenne de Fidel Castro y Santiago de Cuba


Por Martha Cabrales Arias

Santiago de Cuba, 11 ago.— Concertados sin una convocatoria oficial, pero con la complicidad de los sentimientos, cientos de santiagueros acuden por estos días ante la roca que guarda las cenizas de Fidel Castro en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia.

Ante el advenimiento de los 93 años del líder, el próximo día 13, abundan las flores ante la tumba humilde y crecen entre los lugareños el orgullo y el compromiso por resguardar los sagrados restos desde que fueron inhumados allí aquel domingo 4 de diciembre del 2016.

Fue entonces que los cubanos depositaron tamaña responsabilidad sobre los hombros de los habitantes de esta tierra, la misma ue otro domingo, pero de carnaval y en una mañana de la Santa Ana, asistió al asalto con que el joven abogado y sus compañeros de ideales, intentaron tomar el cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953.

Durante décadas se tejió una relación especial entre el líder y la ciudad, la misma que el primer día de 1959 desbordó su corazón urbano para el anuncio, desde los balcones del Ayuntamiento, del triunfo del Ejército Rebelde sobre las huestes del dictador Fulgencio Batista.

Esa confabulación se inició en la casita del Tivolí, aquella desde cuya altura divisó por primera vez el mar y donde pasó privaciones que se incrustaron para siempre en su memoria. Vinieron luego los colegios Lasalle y Dolores, donde comenzó a curtirse una personalidad que cuajó después en las luchas revolucionarias.

Tras la victoria, fueron muchas las ocasiones en que el Comandante en Jefe departió con los hombres y mujeres de la villa y su recuerdo está en cada industria, escuela, centro científico y otras obras económicas y sociales inauguradas por él.

Está en esa Plaza gigantesca que colmaron, bajo la lluvia, en aquella madrugada, miles de personas concertadas bajo su influjo, a quienes les bastó su presencia para mantenerse firmes.

Ahora, tras su desaparición física, una cátedra honorífica en la Universidad de Oriente escudriña en su pensamiento y lo acerca a jóvenes que apenas pudieron conocerlo.

Y ahí está la paradoja: aunque por su declarada voluntad ningún sitio en Cuba lleva su nombre ni hay un solo monumento que consagre su legado, la huella está a cada paso.

En la necrópolis, junto a los cubanos llegados también desde otras provincias, cientos de extranjeros acuden atraídos por el magnetismo de un hombre que caló en el mundo para todos los tiempos.

Por eso, en el vetusto edificio frente al parque Céspedes, donde radicara el gobierno municipal, toma forma un moderno museo que evocará al Primer Frente guerrillero, aquel que bajo el nombre de José Martí, él comandó directamente desde las entrañas mismas de la Sierra Maestra. (Martha Cabrales Arias)

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