Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba 26 ene.— El 28 de enero se conmemora el aniversario 162 del natalicio del Héroe Nacional de Cuba, José Martí Pérez, de quien se dice fue el más universal de los cubanos.
Santiago de Cuba 26 ene.— El 28 de enero se conmemora el aniversario 162 del natalicio del Héroe Nacional de Cuba, José Martí Pérez, de quien se dice fue el más universal de los cubanos.
Y muchas razones para llamar así a José
Martí, porque su gran obra no solo fue literaria, sino también de
pensamiento y combate, que rebasó los marcos de la pequeña isla donde
nació y vivió abarcando casi todo el universo humano del mundo en que
vivimos.
José Martí fue escritor, poeta, abogado, doctor, crítico literario, ensayista, filósofo y periodista, títulos con los cuales pudo denominarse, sin temor a no decir nada más que la verdad.
Pero más que todo eso, José Martí fue un revolucionario excepcional cuyo pensamiento trascendió los límites de su tiempo y aún hoy, a más de un siglo y una década de su muerte, el legado político martiano mantiene plena vigencia y sería perfectamente aplicable en cualquier lugar de mundo y sobre todo, en lo que él llamó nuestra América, incluyendo las Antillas.
Tomemos un solo ejemplo: fue Martí el creador del Partido único que como propósito tenía organizar y dirigir la lucha contra España bajo un solo principio: la unión de todos los cubanos dispuestos a combatir por la independencia de la Patria. Hasta ese momento nadie en el mundo había pensado igual.
La muerte trágica de Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, privó a los cubanos de la presencia física del Héroe, cuando solo tenía 42 años de edad. ¿Cuánto más podría haber hecho de haber continuado vivo? Es difícil predecirlo.
Pero la muerte se llevó al hombre, porque su ejemplo y su pensamiento pasaron a la inmortalidad, no han dejado de estar presentes ni un instante en el quehacer combativo de generaciones y generaciones de cubanos, incluso después de la victoria revolucionaria de enero de 1959 que completó una parte de los sueños del Héroe Nacional, porque todavía queda mucho por luchar teniendo como paradigma el pensamiento martiano.
162 años después de su nacimiento, José Martí Pérez sigue encabezando la lucha de su pueblo que lo tiene siempre presente, no en el mármol lúgubre y frio de una estatua o un monumento, sino en el quehacer diario, explosivo y de fuego de una Revolución, la suya, que como un volcán esparce las cenizas de su ejemplo por todo el mundo.
José Martí fue escritor, poeta, abogado, doctor, crítico literario, ensayista, filósofo y periodista, títulos con los cuales pudo denominarse, sin temor a no decir nada más que la verdad.
Pero más que todo eso, José Martí fue un revolucionario excepcional cuyo pensamiento trascendió los límites de su tiempo y aún hoy, a más de un siglo y una década de su muerte, el legado político martiano mantiene plena vigencia y sería perfectamente aplicable en cualquier lugar de mundo y sobre todo, en lo que él llamó nuestra América, incluyendo las Antillas.
Tomemos un solo ejemplo: fue Martí el creador del Partido único que como propósito tenía organizar y dirigir la lucha contra España bajo un solo principio: la unión de todos los cubanos dispuestos a combatir por la independencia de la Patria. Hasta ese momento nadie en el mundo había pensado igual.
La muerte trágica de Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, privó a los cubanos de la presencia física del Héroe, cuando solo tenía 42 años de edad. ¿Cuánto más podría haber hecho de haber continuado vivo? Es difícil predecirlo.
Pero la muerte se llevó al hombre, porque su ejemplo y su pensamiento pasaron a la inmortalidad, no han dejado de estar presentes ni un instante en el quehacer combativo de generaciones y generaciones de cubanos, incluso después de la victoria revolucionaria de enero de 1959 que completó una parte de los sueños del Héroe Nacional, porque todavía queda mucho por luchar teniendo como paradigma el pensamiento martiano.
162 años después de su nacimiento, José Martí Pérez sigue encabezando la lucha de su pueblo que lo tiene siempre presente, no en el mármol lúgubre y frio de una estatua o un monumento, sino en el quehacer diario, explosivo y de fuego de una Revolución, la suya, que como un volcán esparce las cenizas de su ejemplo por todo el mundo.
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