Por Rosalina Tamayo Arañó
Cuando muchos jóvenes disfrutan de sus
vacaciones, otros tantos cumplen con el deber sagrado de prepararse
para la defensa de la Patria en el Servicio Militar General.
Tres de mis vecinos, que por cierto se
graduaron este curso que culminó como Técnicos Medios en Contabilidad,
comparten también la responsabilidad en uno de los campamentos del
Ejército Juvenil del Trabajo en el montañoso Municipio de III Frente.
Abel Alejandro Mendoza, Juan Carlos González Vicet y Luis Manuel Silvera Ballester están viviendo una experiencia que dejará huellas en la formación de la personalidad de más de cien adolescentes que como ellos se encuentran en “La lata” aportando a la economía del país.
EL "de pie" es a las 4 y 45 de la mañana, luego realizan diversas tareas según la necesidad: chapean, fertilizan, siembran y recogen café. Trabajan mañana y tarde, tiene un servicio de guardia de dos horas a la semana y cada once días reciben un pase según su comportamiento de acuerdo al reglamento de este campamento del Ejército Juvenil del Trabajo.
Abel Alejandro Mendoza me comenta que este tiempo le sirve para ir afianzando su mentalidad de productor porque además reciben remuneración por la labor que realizan. También se consolidan las amistades, se aprende a lidiar con circunstancias difíciles y se aprecia el valor de la solidaridad.
La vida militar más que ser estricta los enseña a disciplinarse, así me explica Juan Carlos González que como sus dos amigos pretende cumplir sus dos años en el Ejército Juvenil del Trabajo, y luego optar por la Orden 18 del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionaria que les da la posibilidad de continuar estudios universitarios. Así son nuestros jóvenes.
Abel Alejandro Mendoza, Juan Carlos González Vicet y Luis Manuel Silvera Ballester están viviendo una experiencia que dejará huellas en la formación de la personalidad de más de cien adolescentes que como ellos se encuentran en “La lata” aportando a la economía del país.
EL "de pie" es a las 4 y 45 de la mañana, luego realizan diversas tareas según la necesidad: chapean, fertilizan, siembran y recogen café. Trabajan mañana y tarde, tiene un servicio de guardia de dos horas a la semana y cada once días reciben un pase según su comportamiento de acuerdo al reglamento de este campamento del Ejército Juvenil del Trabajo.
Abel Alejandro Mendoza me comenta que este tiempo le sirve para ir afianzando su mentalidad de productor porque además reciben remuneración por la labor que realizan. También se consolidan las amistades, se aprende a lidiar con circunstancias difíciles y se aprecia el valor de la solidaridad.
La vida militar más que ser estricta los enseña a disciplinarse, así me explica Juan Carlos González que como sus dos amigos pretende cumplir sus dos años en el Ejército Juvenil del Trabajo, y luego optar por la Orden 18 del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionaria que les da la posibilidad de continuar estudios universitarios. Así son nuestros jóvenes.
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